lunes, 5 de noviembre de 2012

Acampar

Este fin de semana fuimos a acampar con los niños.
No es la primera vez, de hecho ya se esta haciendo una preciosa tradición.
Resulta ser una maravillosa experiencia por diversas razones. Los niños tienen un contacto único con la naturaleza y se conectan con sus ciclos, desarrollan habilidades que no conocían, juegan sólo a juegos que crean ellos mismos con los pocos materiales que encuentran y se maravillan de lo que son capaces.

Pero una de las cosas más poderosas es que nosotros acampamos con nuestros amigos de toda la vida y con sus hijos. Los niños se conocen desde chicos y se quieren y cuidan. Lo pasan increíblemente bien. Pero esta vez me di cuenta de algo que no había visto:  Los niños miran por primera vez cómo sus padres se relacionan como amigos.

Nosotros, los padres siempre somos modelos para nuestros hijos,.. cuando comemos, cuando compramos y saludamos a quien nos atiende,  cuando botamos la basura donde corresponde, cuando nos levantamos aunque estemos cansados para cumplir un compromiso. Pero pocas veces los niños pueden vernos relacionarnos con nuestros amigos y menos tan intensamente como son varios días acampando juntos.

Entonces pude ver sus ojos. Los niños, comenzaron a mirarnos en nuestra relación.

Los niños pudieron ver como nos coordinábamos, como nos ayudábamos unos a otros, cómo celebrábamos las cosas geniales que hacia uno y podíamos reírnos todos juntos de la tontera que hacía otro.

El momento más significativo fue cuando se produjo una dificultad: nadie culpó a otro, y todos buscaron la manera de ayudar de forma creativa. Trabajamos en equipo y logramos salir adelante.
Los niños pudieron ver que los adultos son diferentes, pueden tener diferentes habilidades, diferentes maneras de actuar, pero también pudieron ver que cuando somos amigos nos queremos, somos positivos, nos ayudamos y nos cuidamos.
Ver a tus padres contentos, disfrutando, riendo a
carcajadas con los chistes del otro, disfrutando de cocinar juntos, cantando y jugando debe haber sido una escena profundamente educadora de cómo construir y cuidar la amistad, de cómo nos puede hacer felices simplemente el estar juntos y vivir la cotidianeidad.

martes, 21 de agosto de 2012

Magnolio

Mi árbol favorito es el Magnolio. Probablemente porque es de los pocos que florece en medio del Invierno, una estación que me encanta.
Me gusta su forma, sus ciclos pero por sobre todo sus flores que brillan en medio de los días grises. Como convivo a diario con mis hijos, es común que comparta con ellos las cosas que me gustan. Así es como aprendieron desde chicos a reconocer un Magnolio y a jugar a encontrar los más hermosos de la ciudad, en medio de la rutina y los traslados.
Así es como todos los inviernos, debido a que hacemos regularmente los mismos recorridos, “pasamos a ver” a los Magnolios que año a año nos regalan toda su belleza. Incluso elegimos cual es el más lindo de este año o nos lamentamos cuando vemos uno maltratado.
Imaginamos quien es el afortunado que vive en esa casa y se acurruca bajo sus flores. Y también visitamos el Magnolio de mi abuela, que es inmenso, y recogemos sus pétalos en canastas para convertirlos en adornos.
Si bien este post podría tratarse de lo importante y nutritivo que es compartir con los hijos los gustos propios, era de otro asunto que quería hablar: una anécdota.
El otro día estaba con Baltazar, e íbamos rumbo a una clase. Al pasar por una esquina, le señalo un Magnolio que siempre vemos y que estaba maravilloso. Lo hago señalando, sin hablar.
Él se encogió de hombros y me dijo: “no sé qué me muestras,.. ¿Quieres que vea ese Pino que hay ahí? Yo, perpleja, le digo: “No, hijo, … el Magnolio”. Baltazar me responde: “¿Qué es un magnolio?”.  Al ver mi cara pálida se echó a reír y me dijo: “son bromas mamá, precioso el Magnolio”.
Pues bien, no he podido dejar de pensar en esta escena. Es que significa muchas cosas.
Significa que Baltazar me conoce, sabe lo que yo espero de él, sabe lo que es importante para mí y además puede bromear conmigo.
También significa que tenemos todo un camino de contenidos que ha sido trazado sin apuro, pero con mucho significado, donde cada complicidad se transforma en un lazo.

viernes, 20 de julio de 2012

Decisiones

Desde que mis hijos son pequeños, trato de que tomen pequeñas decisiones. Es una aventura un poco intuitiva y un poco racional, debido a que creo que tomar decisiones es una de las cosas más difíciles de hacer.
Como si fuera poco, además de ser difícil, de cada decisión nace un mundo de oportunidades y a veces se cierran otros.
Hay decisiones cotidianas y otras trascendentes pero en todas ellas hay varios componentes involucrados: una evaluación de la situación, una anticipación a las consecuencias derivadas de cada una de las alternativas, la evaluación de los propios sentimientos y deseos que en cada alternativa se ven afectados,.. y también la evaluación de cómo esta decisión puede impactar para bien o para mal a otros.
Tomar una decisión implica manejar no solo variables técnicas y concretas, sino emocionales. Es un trabajo de introspección y de metacognición que permite mirar antecedentes, consecuencias, deseos y al mismo tiempo tratando de ser empáticos con los demás.
Entonces una decisión siempre comprende una dimensión ética que me interesa que mis hijos contemplen y esto no me parece que se pueda aprender de grande. Hay que practicar desde pequeño.
Es así como desde que pueden señalar, les ofrezco a mis hijos la oportunidad de tomar pequeñas decisiones. Por ejemplo cada día pueden elegir su postre, que consiste en una fruta de entre varias. Eso, que parece muy simple, muchas veces no lo es. Hay veces en que queda un solo plátano por ejemplo, y se ven en la encrucijada de si comérselo o dejárselo a otro hermano que lo quiera más. Ellos mismos se plantean esta pregunta y algunas veces deciden ceder y otras deciden conversar para llegar a un arreglo.
Mi sensación es que generalmente las personas no creen que los niños deban tomar decisiones y más bien deben adaptarse a lo que se les entregue. Eso es cierto en muchas cosas como los horarios y las normas por ejemplo, pero siempre hay espacios en que los niños pueden tomar decisiones, espacios que además van creciendo con ellos.

miércoles, 20 de junio de 2012

Línea

Ayer mi Clara estaba haciendo tareas y parte de ellas consistía en subrayar algunas palabras dentro de un texto. Ella se negó a comenzar sin antes buscar una regla diciendo: “no puedo dibujar líneas rectas si no me apoyo en una regla”.
Pasó un rato y no encontramos una regla y ella comenzó a buscar un libro para usarlo como tal, cuando yo me exasperé y le dije que las hiciera así no más, que da lo mismo si no son tan rectas. Es que por una parte se nos hacía tarde, pero por otra me desespera la tendencia que tiene Clara de pensar que siempre necesita un bastón para todo.
Desde muy pequeña que ella, al verse enfrentada a un desafío, tiende a pensar que va a fracasar. Esta tan convencida que se anticipa y busca algo que la ayude como una regla para hacer líneas. Es la maniobra del bastón: ella siempre lo lleva en la mano, aun cuando nunca haya tropezado, ni tenga el piso mojado.
Yo siempre lo he leído como una falta de confianza en sí misma.
Entonces, en la escena de la tarea, viendo que no la puedo convencer de trabajar sin reglas, pues ella no esta dispuesta a que las líneas queden irregulares, le cuento que tengo un secreto para hacer líneas rectas: tomar aire y pensar firmemente que la línea que dibujaré será recta.
Lo ejercitamos y ella descubre que le resulta. Ella me pide que le haga demostraciones en su tarea, luego ella subraya algunas palabras.
Terminamos la tarea, Clara queda muy contenta con el resultado y con el secreto puesto en práctica.
Yo me quedo dudando.
Es falta de confianza en sí misma? o es que tienes estándares de resultados tan altos que genera hábilmente estrategias instrumentales para lograrlos?
De pronto sentí que me usaba como su regla.

viernes, 25 de mayo de 2012

Bisabuelo

Esta semana  murió mi abuelo.
Para mí y para mis hijos, esta ha sido una experiencia conmovedora, que ha removido nuestras vidas.
¿Por qué? Porque habíamos construido una relación vigorosa con él desde hace años. Lo visitábamos lo más seguido que podíamos y aprovechamos todos los momentos, las conversaciones, los gestos y abrazos para acercarnos, conocernos y enternecernos con el otro.
Este bisabuelo recibía a mis hijos y a mi, primero con un gran abrazo, y luego, con muchas preguntas. Se interesaba en la vida de los niños y sus historias le servían para recordar su propia infancia, que nos regalaba en entretenidos relatos. Asimismo, estos relatos nos servían a nosotros para entender como han cambiado las vidas de las personas en casi un siglo.
Luego venia el rito del ajedrez. Durante años mi abuelo, con mucha paciencia y sabiduría, les enseñó a mis hijos a jugar ajedrez. Esto implicaba tener la paciencia de esperar y acompañar al niño mientras entendía como se movían las piezas, luego dejarse ganar astutamente para que el niño disfrutara de la victoria y finalmente, cuando mas grandes, enseñarles estrategia de juego.
Luego, llegaba la hora de tomar el té. Aquí el abuelo pedía a los niños que le contaran chistes, y así juntos, se estrujaban de la risa. No hubo ni una sola vez que yo viera esta escena en que no me enterneciera con esta complicidad entre ellos y lo valioso de cada uno de esos momentos.
Es que tenían esa sintonía mágica de entenderse en lo esencial que es querer ser felices y disfrutar cada momento.
Llegado el momento de despedirse, mis hijos quisieron participar en todo,  y lo hicieron con flores, con lágrimas y con palabras.
De ahora en adelante viviremos con la pena de no tener a mi abuelo, pero con la alegría de haberlo conocido y abrazado. Pero por sobretodo tendremos con nosotros el tesoro de la experiencia de haber compartido con él tantos momentos.
Algún día mis hijos les contarán a sus nietos de cuando eran niños., y en esas historias estará nuevamente el ajedrez y los chistes con este bisabuelo,… y así vivirá en nuestros recuerdos por un siglo más.

viernes, 11 de mayo de 2012

Voz

Hoy me quedé sin voz
Hace seis años me pasó lo mismo y mi suegra me comentó que los más felices con mi silencio serían mis niños, pues así no escucharían las pesadeces que yo les decía.
Plop!
Sin entrar a comentar ese evento en concreto, hoy no pude dejar de acordarme de ese comentario y todo lo que me dolió.  Pero lo importante es que reconozco que hay un esbozo de sabiduría en esas palabras. Me dolió el comentario pues si hay algo que intento es ser amorosa y simpática con mis hijos. Jamás pesada. Pero lo interesante es que uno siempre logra convertirse en una pesada de proporciones.
Es que hay que joder por todo, porque ordenen, que no se les pierdan las cosas, que se acuerden de hacer sus tareas, que lo siento mucho te tienes que comer la comida, que ya sé que te da lata pero te tienes que duchar, etc. Y ni hablar cuando uno dice que no va a darles permiso!
Yo soy pesada. Mis hermanos dicen que en realidad soy bruta, no sé decir las cosas con tino. Yo en cambio,  creo que el problema es que soy directa y digo todo lo que los demás no quieren escuchar.
Con estos antecedentes y tratando de hacer un esfuerzo de autoconsciencia, al hablarle a mis hijos debo ser bastante pesada. No siempre pero muchas veces.
Entonces debo tomarme en serio cuales son las palabras que debo escoger para hablarles a mis hijos, así como mis gestos y lenguaje corporal. No es un tema banal. Somos para los demás, en gran parte, lo que decimos.
Hoy me he comunicado con señas.. y son tantas las cosas innecesarias que me ahorre de decir!
Lo más importante, se dice con besos y abrazos

jueves, 10 de mayo de 2012

Seguridad

No he podido dejar de pensar en este asunto.
Siempre he tenido dudas de cuales son los límites que uno les construye a los hijos en cuanto a la noción que estos tienen del mundo. Es decir cuanto y como uno les comunica a los niños del mundo en que viven.
Me parece tan relevante hacer la reflexión en torno a cuales son las palabras que ocupamos para referirnos a otras personas, para explicar algo que esta pasando o algo en que el niño se interesa.
Me tortura siempre el tema de la seguridad por ejemplo. Me da pánico que los niños vayan solos al baño en un lugar publico, pero si me preguntan por qué, no se muy bien que decirles.
La verdad es que después de trabajar con niños abusados, me da susto que se topen con un adulto que los manosee o les diga algo inapropiado que los pudiera alterar.
Pero qué pasa si les digo esto?. Tengo que empezar por explicar que hay personas que son capaces de vulnerar los derechos de los demás.
Por un lado es decirles que hay personas malas y no sé por qué pero me duele decirles eso.
Por otra parte, en la convivencia escolar, están sometidos a muchas situaciones en que serán heridos o maltratados,.. Y qué pasa si creen que todas las personas son buenas... No saben como reaccionar, no entienden lo que pasa.
Me acuerdo de la primera vez que llevé a mi hijo Baltazar a jugar a una plaza grande llena de niños. Se encontró con un matón de su mismo porte que empujaba a todos y les decía "tonto". Nunca me voy a olvidar de la cara de desconcierto de mi hijo. Nunca había sido agredido, y ahí estaba yo siendo cómplice de esta situación, mirándolo con cara de esto es normal que pase pero para él no estaba dentro de las posibilidades.
Entonces si yo les anticipo que puede vivir situaciones de vulnerabilidad, temo mostrarles las posibilidades negativas, temo arruinarles las expectativas, temo que no vivan la experiencia con la Inocencia de ser niños, finalmente.
Pero, si por otra parte, no hablo de las cosas malas que pueden pasar, me transformo en un cómplice negligente de la situación y lo que es mas grave, no los protejo.
Entonces siempre me veo atrapada en la misma pregunta: hasta qué punto debo explicar las cosas a las que debemos temer?
Cuanto de lo que es un temor mio debo compartirlo o traspasárselo a mis hijos?
Obviamente la edad de los niños cambia el tipo de información que debo darles, pero cuando es el momento de aumentar esta información? Qué pasa si me hacen una pregunta todos juntos y a cada uno quisiera darles una explicación diferente?
Qué pasa con las diferentes sensibilidades de los niños? Hay algunos que pueden hablar relajadamente de los ladrones,.. otros que con solo tocar el tema pueden tener pesadillas horribles.
La experiencia mas difícil que nos ha tocado vivir y que tiene que ver con este tema es la de Mariana en el colegio, el año pasado. Le toco un profesor jefe, que le enseñaba cuatro ramos y tenia todas las características del profesor caricaturizado hasta el cansancio.
Le gustaba sacar a niños adelante e interrogarlos, sometiéndolos a la humillación publica que eso significaba. Les repartía notas 2 ante cualquier arbitrariedad, no les decía a los niños las fechas de las pruebas para mantenerlos "siempre estudiando", etc.
Mi hija lo pasó muy pero muy mal. Aparte de todo lo que le alegamos al colegio por esta situación, nos vimos en la obligación de abrir el tema con ella. La situación hacia imposible mantener esa "sincronía" con el profesor. Mariana no tenia edad suficiente como para darse cuenta de que era el profesor el culpable de su angustia extrema, entonces tuvimos que hablar con ella y decirle que su profesor estaba obrando mal. y por qué? Porque era una mala persona.
Me costó, pero era la única vía de escape para ella. Cualquier niño de mas de 11 años se daría cuenta que el problema es el adulto, pero ella que tenia 8 era incapaz de pensar que su profesor, que es casi sinónimo de "verdad" a esa edad, era el que estaba equivocado y no ella.
Yo nunca había hablado mal de un profesor delante de mis hijos, aunque mi opinión no fuera de las mejores. Es que me parece que es bueno mantener esa complicidad, como adultos que educamos conjuntamente a un
Nino. Si no lo hiciera, los niños sufrirían con esa dicotomía.
Pero encontré el límite, la protección de la salud mental de mi hija que se estaba desplomando.
Este es un caso extremo. En todos los matices, siempre tengo muchas dudas.

martes, 17 de abril de 2012

Jardín

Miguel entró este mes al Jardín.
Es un Jardín nuevo que buscamos para él.  No es nada de fácil esta búsqueda, al menos para nosotros. Yo sé que la mayoría de los padres no se complica e inscribe a sus hijos en el primer jardín que encuentran, pero para mí es una decisión muy consciente y que implica muchísimas variables.
De partida no puedo entender a los Jardines que escolarizan a los niños, les exigen uniforme y esos delantales que además de ser horribles, son todo lo que un niño necesita para que su movilidad y espontaneidad queden arruinadas.
Pues bien, encontramos uno que milagrosamente no usa ni uniforme ni delantal, y no tiene todas sus murallas pintadas con dibujos animados, ni las salas saturadas de letras, colores o personajes. Sus paredes son blancas, y eso hace ver quienes son los protagonistas de esta historia: los niños.
Sus educadoras miran a los ojos a los niños, los llaman por su nombre todas las veces y aprovechan todo lo que los niños traen o les interesa para establecer una oportunidad de vincularse, de estimular el lenguaje y de construir algún conocimiento.
Es el único lugar que he conocido en que siento que mi hijo es tan importante como lo es para mí. No es parte de una lista ni de un número. No es una anécdota. Lo tratan como un individuo con intereses, motivaciones, historia, etc.
Esto me hace pensar en lo cuidadoso que debemos ser en escoger el entorno en que se desarrollan nuestros hijos. Es decisiva la cualidad de la relación que se establece con él, así como en el lenguaje en que se cimenta esta relación.

viernes, 23 de marzo de 2012

Baltazar

Mi hijo Baltazar ya me reclamó que no hay un post solo de él.
Es que me cuesta mucho hablar de él.
Siempre me da como un vuelco el corazón cuando pienso en él.
Es que tiene una mirada intensa que te estruja y de pronto te das cuenta que llevas mucho rato hablándole y él solo te mira. Es como si a uno le viera el alma.
Mi relación con él casi no tiene razón y es por eso que me cuesta escribirlo.
No se si es porque se parece a mi de personalidad y de gustos, no se si es porque es el mayor, o porque simplemente es él,... Pero me conecto con Baltazar igual que cuando estaba en mi guata, igual que cuando lo amamantaba. Es visceral.
Al mismo tiempo es difícil porque siempre él me sorprende con desafíos a los que me veo enfrentada por primera vez.
Eso hace que el note mi entusiasmo pero también mi inseguridad. A él le tocaron mis mayores energías para levantarme por las noches o correr detrás de una pelota, pero también le ha tocado la cara de no saber que hacer ante la primera fiebre, la primera caída, etc.
Yo siento eso en su mirada y con mayor intensidad ahora que esta empezando a ser grande y noto en él que ya no solo me mira sino me evalúa y me perdona constantemente.
Baltazar es un niño tan bueno, que daría mi vida por que no sufriera ni se decepcione de todo, pero estos son dos ingredientes muy valiosos del crecimiento y no son evitables.
Si pudiera pedir un deseo pediría que yo no estuviese en la lista de quienes lo hagan sufrir o lo decepcionen... Pero también sé que eso no es posible.

martes, 20 de marzo de 2012

Turnos

Todos los días voy a buscar a mis hijos al colegio, y he descubierto en este ritual un tesoro. Es que en esto hay espacios únicos para conversar, pues al llegar a la casa los niños ya están en otra. No es conversar lo que quieren hacer.
Así es como creamos la siguiente tradición:
Al subirnos al auto, cada uno, yo incluida, debemos contar una cosa buena que nos paso, una cosa mala y una anécdota. Ésta última palabra implica casi cualquier cosa pero que debe ser especial. Así ordenamos la información y logramos que todos hablen en poco tiempo.
De esta forma los niños logran revisar su día de una manera cariñosa, que generalmente, aunque estén muy cansados, les muestra que fue un buen día. Aquello que fue connotado como malo, es compartido por lo que todos proponen maneras de solucionarlo o se animan a que no tiene por qué volver a suceder.
En los 8 minutos que demoramos en llegar a la casa, siempre las caritas les cambian y en vez de estar apesadumbrados, sonríen al descubrir cuantas cosas les han pasado.
Mirar hacia atrás es un ejercicio que pocas veces los niños hacen y les enseña a evaluar, y sintetizar conceptualmente en este caso.
Muchas veces me preguntan por qué soy tan tonta y no hago turnos para ir a buscar a los niños al colegio. Sería muy largo explicar todo esto y lo inigualable que es ese momento para nosotros.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Aburrimiento

Después de estas largas vacaciones de verano, en que pasaron miles de cosas, quisiera volver a reflexionar sobre un post que escribí antes y se llamaba “seguir”. En estas vacaciones llegué a conocer más profundamente a mi hijo Miguel de casi dos años y descubrí cosas en él que recién comienzan a aparecer. Por ejemplo que él tiene una necesidad imperiosa por caminar y estar al aire libre. Antes yo creía que él siempre quería salir como les gusta a todos los niños,.. pero él tiene una necesidad de explorar que yo no había visto antes en mis otros hijos. Él sale por la puerta y suspira como si recién pudiera respirar y camina más de lo que un adulto estimaría necesario o conveniente. Le gusta caminar solo, experimentar lograr ir donde él se lo plantee y detenerse en aquello que le parece interesante.
No es eso lo que todos buscamos hacer?
Pues Miguel lo tiene claro desde antes de cumplir dos años y si antes yo me aburría siguiéndolo, hoy lo disfruto pues entiendo que me esta mostrando lo que para él es importante. Es una experiencia de compartir su punto de vista.
Mi lección es que si me aburro estando con uno de mis hijos, ese es sólo el síntoma de que no estoy conectada con lo que esta pasando ni con sus emociones e intereses. Es una demostración de que no estoy entendiendo lo que me quieren decir.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Entrada a clases

Voy a ser lo mas honesta posible: la entrada a clases, sigue siendo para mí, una tragedia.
Al igual  que cuando era niña, no quiero que ese día llegue. Me sorprendo tratando de pensar en otra cosa cada vez que algo me lo recuerda, y evitando siempre hablar del tema.
Es que en las vacaciones lo paso tan, pero tan bien con mis hijos, que mi sensación es de que los recupero. Cuando terminan las clases en Diciembre mi alegría es tal como si mis hijos vinieran volviendo de un largo internado. No es que no me guste el colegio en que están, sino que me parece que el sistema escolar en general, nos impone como familia, un paradigma en el cual movernos, que muchas veces me es incómodo.

Para dar algunos ejemplos: detesto todo el tiempo que gastamos juntando ropas que cumplan con las normas, que la zapatilla no se le pueda ver ni la marca, que los pinches tienen que ser de un color, etc. Luego los horarios estrictos, que ni al baño se puede ir con libertad. Me carga que los niños se tengan que levantar tan temprano y llegar tan tarde a sus casas. Tienen tan poco tiempo libre!

Aunque trato de evitarlo, la relación entre padres e hijos se eclipsa por el colegio. Es como si no se pudiera hablar de otra cosa,.. que mamá tienes que comprarme tal material, que fulanita esta de cumpleaños, que ayúdame a estudiar para la prueba, que me falta el libro que me pidieron que leyera, que hoy me tengo que quedar hasta mas tarde así que venme a buscar a otra hora, etc., etc. Todo: el tiempo, las conversaciones, las preocupaciones, las ilusiones y la dedicación se las lleva el colegio,.... y es eso lo que detesto.
En general siento que se les exige tanto a los niños y se les da tan poco espacio para crear y explorar. Es por eso que todos mis esfuerzos durante el año apuntan a compensar toda esa área, que es personal, que respeta sus gustos y sus tiempos. En general, es en el arte, la música y la danza en que hemos encontrado esos espacios y también en esas arrancadas a la plaza o a andar en bicicleta en que por pocos minutos, demasiado pocos, somos dueños de nuestro tiempo como familia.

martes, 21 de febrero de 2012

Plátano

A la mayoría de los niños les gusta mucho comer plátano, y a las mamás también nos gusta que los coman.
Pero casi todos los niños ponen una mala cara cuando les toca una plátano muy manchado (muy maduro).
En vista de que esto siempre sucede con mis niños y que uno nunca quiere que se desperdicie la comida, decidí inventarles un cuento:
"Los árboles donde crecen los plátanos son muy bajitos y además los plátanos crecen todos apretados con sus hermanos. Para colmo, siempre crecen tapados por unas grandes hojas que el árbol tiene para protegerlos. De esta forma es absolutamente imposible ver las estrellas.
Pues bien, los plátanos sueñan con ver las estrellas y por eso sueñan con ser jirafas, pues creen que éstos son los animales mas suertudos de todo el mundo, pues son tan altos que pueden ver todo lo que quieran. Entonces, cuando el plátano es cortado del árbol, comienza su oportunidad de convertirse en jirafa.
Después de ser vendido en el supermercado, se va a nuestra casa, con parte de sus hermanos. Finalmente es comido. Si durante este camino logro ver muchas cosas que deseaba ver, poco a poco se va convirtiendo su piel en la de la jirafa,.... por lo que si te toca un plátano manchado,.. es porque es un plátano feliz"


Yoga



Mis hijos al practicar yoga han mostrado diferentes aspectos que hacen creer que les es muy beneficioso.

En primer lugar reportan la practica en si misma como un espacio de “relajación” y de “detener lo que estamos haciendo” que no se compara a ninguna otra actividad que ellos realicen normalmente. Es entretenido como un juego, cantan como en la clase de música, cuentan una historia que es como leer un cuento pero al mismo tiempo la actúan, se ejercitan como en educación física... pero en un idioma que es “especial”,... con los ojos cerrados “mirándonos a nosotros mismos”.

En casa han mostrado algunos cambios que personalmente se los otorgo a su practica de yoga. Por ejemplo han comenzado a hacer reportes verbales de su cuerpo que antes no hacían. Dicen que están incómodos, que están cansados y necesitan descansar, que tienen frío (los niños jamás admiten que necesitan abrigarse pero ahora lo hacen). Pareciera que adquirieran un nivel de conciencia corporal que les permite detectar lo que necesitan o lo que les molesta y al mismo tiempo se ocupan del cuidado de su cuerpo.

Por otra parte han aprendido que la respiración es un arma poderosa para modular las emociones y de esta forma pueden calmarse si están angustiados, apenados o enrabiados. Quiero aclarar que ellos espontáneamente no usan esta herramienta pero al ser sugerida, creen en ella y les es muy efectiva.

En nuestra vida cotidiana hemos incorporado el escuchar o cantar mantras o comunicaciones celestiales, que los niños disfrutan muchísimo, especialmente si tienen una “coreografía” que las acompañe. Al cantarlas todos juntos produce una instancia de comunicación y complicidad entre nosotros que es difícil de explicar y que no se puede comparar a nada que yo haya vivido con ellos,... bueno quizás con el amamantamiento.
Es decir, es una sensación de plenitud y de entrega hacia el otro completa, donde somos cómplices en el amor y en la felicidad. Los niños disfrutan tomándose de las manos y cantando, entiende la profundidad y trascendencia de todo lo que experimentan.
Visto desde un observador externo que muchas veces es el Papá (que no practica yoga pero que si la vive en familia), su conclusión es que al hacer yoga los niños son capaces de conectarse con su felicidad y enseñársela a los demás.

viernes, 17 de febrero de 2012

Soledad

Es difícil explicar por qué me dieron ganas de escribir este blog, pero lo más decidor es que a mi nadie me pregunta como me va en el trabajo.. y yo tengo tantas cosas siempre que contar!
 Ser mama todo el tiempo hace que uno desaparezca para

toda la sociedad. A nadie le interesas. Es sabido por todos

que cuando a uno le preguntan si trabaja, mi respuesta

debe ser No, cosa que es muy injusta. Además muchas

veces he tenido que vivir la situación en extremo humillante

de llenar un formulario y presenciar cómo el interlocutor que

hace preguntas, al llegar al espacio que hay que rellenar

con el concepto de “ocupación” o “actividad”, simplemente

lo tacha o escribe: NINGUNA.
Pero a la gente que te rodea, que son tus amigos y tus  familiares, que saben que siendo profesional te dedicas a la crianza de tus hijos en vez de trabajar, por una opción de vida y de entrega hacia tus hijos, debería importarles. O no?
Pero no es así. Cada vez que estoy en una reunión social y comienzan a hablar de las pegas, sé que ya nadie me dirigirá la palabra.
Lo peor de la situación es que no tengo compañeros de trabajo por lo que difícilmente durante el día tengo la oportunidad de conversar con otro adulto, compartir datos o contrastar ideas. Tampoco tengo la oportunidad de tener conversaciones significativas, de esas que te hacen reflexionar, cuestionarte, etc.
Me parece que la forma antigua de criar bajo el manto de una familia extendida tenía mucho sentido pues así las mujeres se apoyaban, conversaban, se reían y podía compartir todo lo que hacían.
Yo estoy siempre sola.
Y eso muchas veces es muy muy duro, pues me hace sentir que no encajo en ninguna parte, que nadie entiende ni se interesa en lo que hago.
Y también hay otra arista. Al ser profesional me tengo que bancar además la desaprobación de todos de no trabajar en aquello que estudié, en ser una perdida de esfuerzos por parte de mis padres al darme la oportunidad de estudiar.
Finalmente, y quizás lo que mas me duele, es que muchas veces mis propios hijos, que son educados en un colegio que también fortalece las ideas de exitismo y desarrollo profesional, se ven en una encrucijada. Una vez mi hijo Baltazar, tenía que hacer una tarea en que tenía que describir el trabajo de sus padres, como parte del aprendizaje de profesiones y ocupaciones. Él, muy angustiado con cumplir con lo pedido,  me dijo que no podía hacer la tarea pues yo no trabajaba. También en otra ocasión, Mariana me preguntó que qué iba a ser yo cuando grande, cuando creciera y quisiera estudiar y trabajar como lo hacen “todas las mamás”.
Todo esto, es quizás lo único malo de ser mamá todo el rato. Pero sé que es injusto y eso es lo importante.

viernes, 10 de febrero de 2012

Canciones

Hay una edad en que las guaguas comienzan a tener conciencia de que las cosas pueden cambiar a su alrededor. Se angustian al sentir mucho movimiento pues anticipan que uno va a salir por ejemplo. Es que los cambios en la rutina o a veces algunas partes de la rutina no les gustan.
Con todos mis hijos me resultó muy provechoso el cantarles una canción inventada, pero que siempre era la misma, para anticiparles una situación. Por ejemplo Miguel, mi hijo de casi 2 años, se altera muchísimo cuando ve que todos nos movemos, tomamos bolsos, llaves, etc. Es que él sabe que en muchas ocasiones él no esta incluido en la salida (cuando los hermanos van al colegio por ejemplo).
Entonces, si efectivamente vamos a salir de la casa y él va con nosotros, yo comienzo inmediatamente a cantarle una canción que siempre es la misma para esta ocasión y que habla de que vamos a pasear. Miguel inmediatamente se calma y puede esperar tranquilamente todos los preparativos que esto significa, como preparar su bolso, la leche, buscar la cartera, las llaves, el coche, etc.
Lo mismo hago cuando tengo que mudarlo, cuando es hora del baño y necesito recoger todas las cosas que eso implica, etc.
Anticiparse a los hechos a todos nos da tranquilidad.  A los niños pequeños que todavía no se comunican verbalmente, una melodía que se asocie a una acción, los ayuda enormemente.

Flexibilidad

Vivir todo el día con los niños requiere de una extrema flexibilidad. Hay que ser capaz de organizarse de tal modo que siempre hay que tener alternativas. Algo puede no resultar como se esperaba y hay que cambiar de plan, o algo resulto mejor de lo previsto y sea mejor invertir más tiempo en esta actividad, suspendiendo lo que se pensaba hacer después.
Es que nunca se sabe como reaccionarán los niños ante una actividad, aun cuando les sea conocida. Son muchísimos los factores que influyen como si tienen hambre, sueño, calor, frío, etc. Además tienen diferentes gustos y ahí es donde hay que desplegar cierta creatividad para que todos se sientan a gusto.
Como casi nunca un día resulta ser como esperaba al comenzarlo, puede resultar  provechoso no anticipar demasiado lo que se planea hacer, pues si no resulta, los niños se frustran enormemente.
La capacidad que tenga yo, de crearles alternativas y de mostrarlas atractivas irá en directo beneficio del resultado de la actividad y de lo bien que lo pasemos.

martes, 7 de febrero de 2012

Bicicleta

Hay pocas cosas tan emocionantes como aprender a andar en bicicleta sin rueditas.
Clara, mi tercera hija de 7 años lo logró esta semana. Si ya se, está un poco grande para eso, pero en esta ciudad no es fácil salir a andar en bicicleta, por lo que no practican mucho y todo se atrasa.
Por una razón que no entiendo, pareciera que esta tarea de correr al lado de los niños ayudándolos a equilibrarse, lo hacen mejor los padres. Así fue como esperamos a que llegara el papá, y que no hiciera tanto calor y salimos los seis, mas el perro, acompañando a Clara en su aventura.
Ella es una niña tremendamente entusiasta y valiente así que nunca se rindió hasta sentir que podía andar sola. Cuando esto sucedió, ella se detuvo y estalló en llanto. Corriendo nos acercamos a ver qué le pasaba. Dijo que lloraba de felicidad, que este era un momento que ella soñaba que llegara.
Fuimos espectadores de un momento que probablemente nunca se le va a olvidar y además aprendimos que nunca sabremos exactamente cómo son vividos los momentos por los demás, sino estamos atentos y podemos escuchar.
Bravo por Clara que aprendió a andar en bicicleta y que es capaz de verbalizar lo que le pasa, de manera de poder acompañarla en todo lo que emprenda!

Siesta

Hasta cierta edad los niños duermen siesta. En el caso de los míos difícilmente supera los dos años, pero es un tema. Muchos paseos se rigen por sus horarios.
El tema es qué hacer mientras ellos duermen.
Cuando son recién nacidos lo más sensato pareciera dormir. Pero cuando ya tenía más hijos, se me hacía imposible dormir pues quería aprovechar de estar a solas con mi otro hijo y volver a tener ese espacio de complicidad que he tratado de construir con cada uno.
Pero cuando están un poco más grandes, la siesta es mas corta y los minutos se pasan volando cuando uno quiere aprovecharlos en algo que no se puede hacer con ellos como leer una novela o sentarse a contestar el correo.
Entonces todos los minutos son preciosos. Se debe desconectar el teléfono si es necesario.
Lo que es una regla, es que no hay que descansar. Basta que uno ponga el cuerpo en posición horizontal para que ellos despierten. Es una regla metafísica que no ha sido ampliamente estudiada pero la práctica da la razón.

domingo, 5 de febrero de 2012

Seguir

Mi hijo menor tiene casi 2 años. Está en esa edad tortuosa en que hay que seguirlo a todos lados porque no mide riesgos, porque quiere explorarlo todo, porque es curioso, porque inventa usos insospechado para las cosas, etc.
Entonces no queda otra que seguirlo.
Por momentos es enternecedor, emocionante y uno se siente privilegiada de estar viendo como descubre, como crea o como se sorprende.
Pero por otros es aburrido. Muy aburrido. Uno quisiera estar en la conversación de sobremesa que esta ocurriendo en ese momento, pero no puede. Uno quisiera estar descansando, leyendo un libro, haciendo una llamada por teléfono o teniendo una conversación,.. pero no puede. Tengo que seguir a mi hijo por todas partes.
En esos momentos de tedio hay dos caminos. O uno se enoja y trata de pelear todo el rato por volver hacia donde uno quería estar, o uno se entrega y asume que es ahí donde tienes que estar. En esta última situación no queda más que abandonarse, olvidarme de mis propios deseos y asumir que yo elegí estar ahí para mi hijo, para ser su soporte y servir para su crecimiento.
No es fácil.
Nada fácil
Pero es como cuando uno trata de meditar. Siempre hay un primer momento en que uno pelea con la mente que te dice "que estas haciendo, esto no va a funcionar". Hasta que te abandonas y comienzas a meditar. Te dejas llevar y comienzas a ser un espectador de lo que esta por suceder.
Hoy me dedique a seguir a mi hijo y pude ver como se hizo amigo de un perro, trato de jugar con los legos con él, se asombró con los autos, descubrió un puente, encontró un sector del jardín que no conocía, por nombrar algo....

sábado, 4 de febrero de 2012

Almuerzo

Hoy mi hija Mariana decidió qué íbamos a almorzar.
Ella siente un amor increíble por cocinar. Increíble pues no lo comparto. Pero por suerte tiene a su padre, que dulcemente siempre la acompaña en estos desafíos.
Resultó un almuerzo delicioso y emocionante. Todos probamos por primera vez un plato y estábamos muy contentos y orgullosos de ella.
Mariana brillaba, con ese color que te da la alegría de poder compartir algo con quienes quieres y, al mismo tiempo, sentirte acogida, querida y admirada.
Acaso no nos pasa a todos que nos sentimos especiales cuando algo asi nos sucede?
Cuantas veces nos sentimos así?
Demasiado pocas.
Espero poder estar atenta para ofrecerle la oportunidad a cada uno de mis hijos de sentirse así. Parece ser una experiencia poderosa de felicidad que nos confirma que lo que uno emprende con cariño y dedicación, puede lograrse y al mismo tiempo puede hacer felices a los demás y a uno mismo.

viernes, 3 de febrero de 2012

Ida al Cine

Ayer fuimos al cine.
En el camino mi hijo de 11 años, Baltazar, le pregunta a la de 9 años, Mariana, de qué se trataba una película que sólo ella había ido a ver en Diciembre.
Ella, buena para dar detalles y descripciones eternas, se larga a hablar, desesperando al otro que esperaba una frase por respuesta.
Por supuesto terminó en pelea,.. Ella diciendo que para qué le preguntaba, si después no quería oír los detalles. El defendiéndose, diciendo que sólo quería saber de qué se trataba la película,.. No de qué color eran las botas de no se quien.
Decidí intervenir
Les expliqué en un tono humorístico, que existían dos tipos de personas: LAS descriptivas y LOS sintéticos.
Mostré algunos ejemplos que les eran familiares como el de su mamá y su papá por ejemplo y el tipo de conversaciones que nosotros tenemos.
Les mostré que ninguno era bueno ni malo sino simplemente dos maneras distintas de contar las cosas y que tiene que ver con cómo recogen la información y en qué se detienen.
También les mostré que era importante aprender de la forma que no nos era natural.
Les di como ejemplo cómo a Mariana siempre se le hacen pocas las líneas para contestar una prueba y en cambio Baltazar siempre tiene menos puntaje en las preguntas de desarrollo porque ..... no las desarrolla.
Cuando vi que ya se reían con este asunto les propuse un desafío. Íbamos entrando a ver una película y cuando llegáramos a casa, el papá les iba a preguntar de qué se trataba.
Ambos le contarían pero con el estilo inverso. Mariana podría decir solo cuatro oraciones. Baltazar en cambio tendría que describir la acción, los personajes, dar ejemplos, relacionarlos, etc.
El desafío resultó muy divertido.
y ahora cada vez que quieren contar algo preguntan "de que modo vas a querer el relato?"