lunes, 25 de marzo de 2013

Viaje


Hace mucho tiempo que no escribo y es que han pasado tantas pero tantas cosas.

Lo primero fue un viaje.  Planeamos durante un año, un viaje para los seis. Tuvimos que combinar intereses, expectativas y personalidades para diseñarlo. Durante más de un año no tomamos vacaciones, nos medimos en los gastos y todo tenía sentido por este viaje.

Así fue como pudimos vivir una experiencia tan poderosa como familia, que creo que jamás se nos olvidará y pasarán los años y las anécdotas estarán aquí entre nuestras risas.

No fue sólo un viaje, fue una tarea llena de trabajo en equipo. No íbamos a descansar o solo a divertirnos: íbamos a aprender, a recorrer a mirar desde otra perspectiva que es lo que nos regalan los viajes.

Entonces tuvimos todos que aprender a tener paciencia, a esperarnos en nuestros tiempos, en respetar nuestras diferencias, en emocionarnos con la alegría propia y la del otro. Así fue como nos conocimos en lo más íntimo de cada uno. No podíamos separarnos y debíamos hacer todo juntos y todo el día.

Vimos cómo en nuestra dinámica funcionaban muy bien los pares, siempre los intereses comunes eran para dos o cuatro y los demás acompañaban. Así podíamos cambiar constantemente de pareja para caminar, subirse a un bus, contar un chiste o admirar un paisaje. Somos todos diferentes pero también nos parecemos y lo precioso fue encontrarnos y disfrutarnos en cada momento.

También aprendimos a repartirnos ciertos roles, agradecer la fortaleza del otro para apoyarnos y estar atentos a quien necesitara ayuda. Aprendimos a ser inmensamente flexibles pues todos los planes podían torcerse con una lluvia y también aprendimos a agradecer el momento pues siempre era mágico e importante para cada uno de nosotros.

Volvimos conociéndonos mejor, queriéndonos más y con la complicidad chispeante de todo lo aprendido, de todo lo vivido, pero también con esa sensación de que unidos podemos llegar hasta donde queramos ir y siempre contamos con cada uno de los demás.