Esta semana murió mi abuelo.
Para mí y para mis hijos, esta ha sido una experiencia conmovedora, que ha removido nuestras vidas.
¿Por qué? Porque habíamos construido una relación vigorosa con él desde hace años. Lo visitábamos lo más seguido que podíamos y aprovechamos todos los momentos, las conversaciones, los gestos y abrazos para acercarnos, conocernos y enternecernos con el otro.
Este bisabuelo recibía a mis hijos y a mi, primero con un gran abrazo, y luego, con muchas preguntas. Se interesaba en la vida de los niños y sus historias le servían para recordar su propia infancia, que nos regalaba en entretenidos relatos. Asimismo, estos relatos nos servían a nosotros para entender como han cambiado las vidas de las personas en casi un siglo.
Luego venia el rito del ajedrez. Durante años mi abuelo, con mucha paciencia y sabiduría, les enseñó a mis hijos a jugar ajedrez. Esto implicaba tener la paciencia de esperar y acompañar al niño mientras entendía como se movían las piezas, luego dejarse ganar astutamente para que el niño disfrutara de la victoria y finalmente, cuando mas grandes, enseñarles estrategia de juego.
Luego, llegaba la hora de tomar el té. Aquí el abuelo pedía a los niños que le contaran chistes, y así juntos, se estrujaban de la risa. No hubo ni una sola vez que yo viera esta escena en que no me enterneciera con esta complicidad entre ellos y lo valioso de cada uno de esos momentos.
Es que tenían esa sintonía mágica de entenderse en lo esencial que es querer ser felices y disfrutar cada momento.
Llegado el momento de despedirse, mis hijos quisieron participar en todo, y lo hicieron con flores, con lágrimas y con palabras.
De ahora en adelante viviremos con la pena de no tener a mi abuelo, pero con la alegría de haberlo conocido y abrazado. Pero por sobretodo tendremos con nosotros el tesoro de la experiencia de haber compartido con él tantos momentos.
Algún día mis hijos les contarán a sus nietos de cuando eran niños., y en esas historias estará nuevamente el ajedrez y los chistes con este bisabuelo,… y así vivirá en nuestros recuerdos por un siglo más.