viernes, 26 de abril de 2013

Arte


Desde que mis niños son muy chicos he sentido que mi manera más natural de acercarme a ellos, de entender su mundo, y de compartirlo es a través del arte y de todas sus manifestaciones. Todos mis mejores recuerdos con ellos, esos de complicidad, de risas y de afecto inconmensurable son en torno a cantar, bailar, disfrazarnos, pintar, armar una escultura de cajas, etc.

Pronto entendí que el arte es un ámbito en que no importa nuestra edad ni nuestra historia, uno se conecta con el otro en un plano diferente. No sé si se llama alma, espíritu o esencia pero es diferente pues se siente placer y alegría al mismo tiempo, el corazón y el amor se siente en el pecho, no es una metáfora, es una sensación corporal real. Al mismo tiempo se siente la unión total con el otro y todo se transforma en una experiencia difícil de olvidar.

Cuando los niños entraron al sistema escolar, me di cuenta que este espacio se perdía. Que pronto aparecían las obras y actos por obligación o por razones que no obedecían ni a la creatividad, ni a la libertad de expresión. Entonces, intuitivamente traté de compensar esta falta.

Empecé a llevar a los niños a lugares y obras culturales, implementé en mi casa un rincón lleno de materiales para crear, puse música todas las tardes y jugamos a interpretarla, etc.

Ahora que los tres mayores son más grandes les trato de ofrecer todas las oportunidades que quieran de prácticas de instrumentos, de asistir a conciertos, clases de arte,  de danza, etc. También buscamos actividades en museos, exposiciones a las que vamos en familia, investigamos y también seguimos jugando.

Es tanto lo que disfrutan haciendo cosas artísticas y es tanto lo que les proporciona que siempre siento que ha sido una buena opción. El arte no solo les significa una actividad placentera sino que también de creatividad, de perseverancia, de trabajo en equipo y de seguridad en sí mismos. Además tienen que lidiar con la frustración, con el vencer las dificultades y aprender a hacer las cosas con dedicación y cariño para que resulten.

Veo en ellos todos los días los ojos chispeantes de una felicidad total, de libertad y de conexión con el otro y generalmente esta sensación no viene del ámbito escolar sino de los logros en sus actividades artísticas. Es lo mismo que veo en los ojos de los adultos cuando escuchan esa música que tanto les gusta, cuando hablan del libro que acaban de leer, o cuando confiesan que disfrutan con sus clases de danza o que por primera vez se han atrevido a aprender a tocar un instrumento o tomar unos pinceles.

En el arte hay un secreto: el de la felicidad

martes, 16 de abril de 2013

Crisis


Cada vez que uno de mis hijos me cuenta un problema, que por sí mismo lo conceptualiza así, yo les respondo con que le tengo una mala y una buena noticia. Es una manera que he creado de plantearles alternativas de miradas a un mismo hecho. Quedarnos en la pena o en el problema no lo soluciona ni le da una salida, por lo que me ha resultado una manera lúdica pero conceptual de apoyarlos en enfrentar una dificultad. Por lo demás no es ninguna invención, es sólo la aplicación del significado de la palabra crisis que nos habla de dos caras de la moneda,.. o del dicho, “no hay mal que por bien no venga’’.

Por ejemplo, el otro día Mariana que acaba de pasar a un curso nuevo, con nuevos compañeros, cosa que la tiene muy nerviosa, me dijo: “Mamá: no me gusta nada esto de crecer,.. ahora que he tenido que conocer a niñas nuevas, que no son mis amigas desde niña, no me gusta nada como son, son prepotentes, pesadas y se fijan en cosas sin importancia, como la marca de los zapatos”.

Yo le respondí: “te tengo una buena y una mala noticia”. Mariana, que tiene 10 años pero le encanta esta parte de la respuesta, elige siempre que le diga la mala noticia primero:

“la mala noticia es que sí, es que en la vida te vas a encontrar muchas veces con personas que pueden parecerte pesadas o prepotentes o centradas en lo que a ti no te parece relevante. Además, para colmo de males, eso es algo que no se pasa con la edad. A mí también me pasa.” En esta parte del relato a ella se le iluminan los ojos al sentir que yo también he vivido lo que ella está pasando, con lo que le muestro la empatía que siento y que ella tanto necesita.

“La buena noticia es que esas niñas deben estar igual de nerviosas que tú por este nuevo desafío escolar y es posible que más adelante cambies de opinión. Si eso no llegase a ocurrir, la buena noticia es que siempre vas a encontrar personas con las que te sientas acogida y agradada,.. esas se llaman amigas o amigos”

Mariana quedó conforme y ahora trata de descubrir quiénes son realmente sus nuevas compañeras

lunes, 25 de marzo de 2013

Viaje


Hace mucho tiempo que no escribo y es que han pasado tantas pero tantas cosas.

Lo primero fue un viaje.  Planeamos durante un año, un viaje para los seis. Tuvimos que combinar intereses, expectativas y personalidades para diseñarlo. Durante más de un año no tomamos vacaciones, nos medimos en los gastos y todo tenía sentido por este viaje.

Así fue como pudimos vivir una experiencia tan poderosa como familia, que creo que jamás se nos olvidará y pasarán los años y las anécdotas estarán aquí entre nuestras risas.

No fue sólo un viaje, fue una tarea llena de trabajo en equipo. No íbamos a descansar o solo a divertirnos: íbamos a aprender, a recorrer a mirar desde otra perspectiva que es lo que nos regalan los viajes.

Entonces tuvimos todos que aprender a tener paciencia, a esperarnos en nuestros tiempos, en respetar nuestras diferencias, en emocionarnos con la alegría propia y la del otro. Así fue como nos conocimos en lo más íntimo de cada uno. No podíamos separarnos y debíamos hacer todo juntos y todo el día.

Vimos cómo en nuestra dinámica funcionaban muy bien los pares, siempre los intereses comunes eran para dos o cuatro y los demás acompañaban. Así podíamos cambiar constantemente de pareja para caminar, subirse a un bus, contar un chiste o admirar un paisaje. Somos todos diferentes pero también nos parecemos y lo precioso fue encontrarnos y disfrutarnos en cada momento.

También aprendimos a repartirnos ciertos roles, agradecer la fortaleza del otro para apoyarnos y estar atentos a quien necesitara ayuda. Aprendimos a ser inmensamente flexibles pues todos los planes podían torcerse con una lluvia y también aprendimos a agradecer el momento pues siempre era mágico e importante para cada uno de nosotros.

Volvimos conociéndonos mejor, queriéndonos más y con la complicidad chispeante de todo lo aprendido, de todo lo vivido, pero también con esa sensación de que unidos podemos llegar hasta donde queramos ir y siempre contamos con cada uno de los demás.