Desde que mis hijos empezaron a crecer, descubrí que en las manualidades había un mundo en que
nos podíamos divertir y entender. Yo,
desde pequeña, aprendí a bordar y tejer con mi abuela. Esta actividad se tornó
casi un ritual cada vez que iba a su casa. Ella guardaba cuidadosamente la
labor de cada una de las nietas y nos animaba a retomarla cada vez que
llegábamos. Ella nos inculcaba muchas cosas a través de las manualidades, que
poco a poco se fueron grabando en nuestra vida como valores: Nos enseñaba perseverancia,
constancia a tolerar que a veces hay que deshacer la labor, que un buen
resultado se logra sólo poniendo lo mejor de nosotras mismas, que hay un mundo
de gozo en lo que creamos y también el valor de lo hecho a mano y de no gastar
de más en algo que se puede crear.
Con todo eso en mi andar me puse a crear con mis hijos.
Primero dibujos y llenamos libretas y cuadernos. Luego pinturas, para las cuales
sacamos atriles al patio como los impresionistas. Después creamos objetos y
juguetes con cajas y revistas. Hoy nos divertimos no solo pintando sino
bordando, tejiendo o cosiendo.
El compartir un mundo de hacer cosas con las manos con
los niños, no sólo ha sido muy divertido, sino que me ha enseñado a que es un
espacio colectivo donde detenemos el mundo agobiante que nos pasa como
aplanadora por encima y nos dedicamos a crear lo que queramos. Los niños
encuentran así un espacio donde vuelcan sus ideas, sus emociones, despiertan lo
que les apasiona, se esfuerzan por terminar un objeto que les será propio y
único, con lo cual materializan todo lo que les es importante.
En cada acto de creación de los niños puedo ver un
pequeño momento en que logran mostrarle al mundo quienes son y qué tienen que
proponer. Nos muestran su personalidad, sus ganas, su capacidad de esforzarse,
su cuidadosa perseverancia, su respeto hacia el trabajo de otros, sus ganas de
emprender y de ser reconocidos, etc. De
alguna forma nos conectan con sus emociones y con lo que les es relevante.
Al mismo tiempo, al crear con sus manos, se adueñan del mundo. Logran poner sobre la
mesa algo que antes no existía y esto los llena de orgullo, como le ha sucedido
a la humanidad siempre. Así el mundo que comienzan a conocer les pertenece y
tienen algo que proponer y compartir con los demás.
De esta forma, los niños con sus creaciones, juegan un
rol dentro de la familia que es igual al del Arte en la sociedad: conocernos
mejor, mostrarnos lo que casi siempre
nos es invisible a los ojos de la rutina, denunciar lo que no queremos ver y
entender lo que realmente es imprescindible.