lunes, 17 de marzo de 2014

manualidades

Desde que mis hijos empezaron a crecer, descubrí  que en las manualidades había un mundo en que nos podíamos divertir y entender.  Yo, desde pequeña, aprendí a bordar y tejer con mi abuela. Esta actividad se tornó casi un ritual cada vez que iba a su casa. Ella guardaba cuidadosamente la labor de cada una de las nietas y nos animaba a retomarla cada vez que llegábamos. Ella nos inculcaba muchas cosas a través de las manualidades, que poco a poco se fueron grabando en nuestra vida como valores: Nos enseñaba perseverancia, constancia a tolerar que a veces hay que deshacer la labor, que un buen resultado se logra sólo poniendo lo mejor de nosotras mismas, que hay un mundo de gozo en lo que creamos y también el valor de lo hecho a mano y de no gastar de más en algo que se puede crear.

Con todo eso en mi andar me puse a crear con mis hijos. Primero dibujos y llenamos libretas y cuadernos. Luego pinturas, para las cuales sacamos atriles al patio como los impresionistas. Después creamos objetos y juguetes con cajas y revistas. Hoy nos divertimos no solo pintando sino bordando, tejiendo o cosiendo.

El compartir un mundo de hacer cosas con las manos con los niños, no sólo ha sido muy divertido, sino que me ha enseñado a que es un espacio colectivo donde detenemos el mundo agobiante que nos pasa como aplanadora por encima y nos dedicamos a crear lo que queramos. Los niños encuentran así un espacio donde vuelcan sus ideas, sus emociones, despiertan lo que les apasiona, se esfuerzan por terminar un objeto que les será propio y único, con lo cual materializan todo lo que les es importante.

En cada acto de creación de los niños puedo ver un pequeño momento en que logran mostrarle al mundo quienes son y qué tienen que proponer. Nos muestran su personalidad, sus ganas, su capacidad de esforzarse, su cuidadosa perseverancia, su respeto hacia el trabajo de otros, sus ganas de emprender y de ser reconocidos,  etc. De alguna forma nos conectan con sus emociones y con lo que les es relevante. 
Al mismo tiempo, al crear con sus manos,  se adueñan del mundo. Logran poner sobre la mesa algo que antes no existía y esto los llena de orgullo, como le ha sucedido a la humanidad siempre. Así el mundo que comienzan a conocer les pertenece y tienen algo que proponer y compartir con los demás.

De esta forma, los niños con sus creaciones, juegan un rol dentro de la familia que es igual al del Arte en la sociedad: conocernos mejor,  mostrarnos lo que casi siempre nos es invisible a los ojos de la rutina, denunciar lo que no queremos ver y entender lo que realmente es imprescindible.

viernes, 26 de abril de 2013

Arte


Desde que mis niños son muy chicos he sentido que mi manera más natural de acercarme a ellos, de entender su mundo, y de compartirlo es a través del arte y de todas sus manifestaciones. Todos mis mejores recuerdos con ellos, esos de complicidad, de risas y de afecto inconmensurable son en torno a cantar, bailar, disfrazarnos, pintar, armar una escultura de cajas, etc.

Pronto entendí que el arte es un ámbito en que no importa nuestra edad ni nuestra historia, uno se conecta con el otro en un plano diferente. No sé si se llama alma, espíritu o esencia pero es diferente pues se siente placer y alegría al mismo tiempo, el corazón y el amor se siente en el pecho, no es una metáfora, es una sensación corporal real. Al mismo tiempo se siente la unión total con el otro y todo se transforma en una experiencia difícil de olvidar.

Cuando los niños entraron al sistema escolar, me di cuenta que este espacio se perdía. Que pronto aparecían las obras y actos por obligación o por razones que no obedecían ni a la creatividad, ni a la libertad de expresión. Entonces, intuitivamente traté de compensar esta falta.

Empecé a llevar a los niños a lugares y obras culturales, implementé en mi casa un rincón lleno de materiales para crear, puse música todas las tardes y jugamos a interpretarla, etc.

Ahora que los tres mayores son más grandes les trato de ofrecer todas las oportunidades que quieran de prácticas de instrumentos, de asistir a conciertos, clases de arte,  de danza, etc. También buscamos actividades en museos, exposiciones a las que vamos en familia, investigamos y también seguimos jugando.

Es tanto lo que disfrutan haciendo cosas artísticas y es tanto lo que les proporciona que siempre siento que ha sido una buena opción. El arte no solo les significa una actividad placentera sino que también de creatividad, de perseverancia, de trabajo en equipo y de seguridad en sí mismos. Además tienen que lidiar con la frustración, con el vencer las dificultades y aprender a hacer las cosas con dedicación y cariño para que resulten.

Veo en ellos todos los días los ojos chispeantes de una felicidad total, de libertad y de conexión con el otro y generalmente esta sensación no viene del ámbito escolar sino de los logros en sus actividades artísticas. Es lo mismo que veo en los ojos de los adultos cuando escuchan esa música que tanto les gusta, cuando hablan del libro que acaban de leer, o cuando confiesan que disfrutan con sus clases de danza o que por primera vez se han atrevido a aprender a tocar un instrumento o tomar unos pinceles.

En el arte hay un secreto: el de la felicidad

martes, 16 de abril de 2013

Crisis


Cada vez que uno de mis hijos me cuenta un problema, que por sí mismo lo conceptualiza así, yo les respondo con que le tengo una mala y una buena noticia. Es una manera que he creado de plantearles alternativas de miradas a un mismo hecho. Quedarnos en la pena o en el problema no lo soluciona ni le da una salida, por lo que me ha resultado una manera lúdica pero conceptual de apoyarlos en enfrentar una dificultad. Por lo demás no es ninguna invención, es sólo la aplicación del significado de la palabra crisis que nos habla de dos caras de la moneda,.. o del dicho, “no hay mal que por bien no venga’’.

Por ejemplo, el otro día Mariana que acaba de pasar a un curso nuevo, con nuevos compañeros, cosa que la tiene muy nerviosa, me dijo: “Mamá: no me gusta nada esto de crecer,.. ahora que he tenido que conocer a niñas nuevas, que no son mis amigas desde niña, no me gusta nada como son, son prepotentes, pesadas y se fijan en cosas sin importancia, como la marca de los zapatos”.

Yo le respondí: “te tengo una buena y una mala noticia”. Mariana, que tiene 10 años pero le encanta esta parte de la respuesta, elige siempre que le diga la mala noticia primero:

“la mala noticia es que sí, es que en la vida te vas a encontrar muchas veces con personas que pueden parecerte pesadas o prepotentes o centradas en lo que a ti no te parece relevante. Además, para colmo de males, eso es algo que no se pasa con la edad. A mí también me pasa.” En esta parte del relato a ella se le iluminan los ojos al sentir que yo también he vivido lo que ella está pasando, con lo que le muestro la empatía que siento y que ella tanto necesita.

“La buena noticia es que esas niñas deben estar igual de nerviosas que tú por este nuevo desafío escolar y es posible que más adelante cambies de opinión. Si eso no llegase a ocurrir, la buena noticia es que siempre vas a encontrar personas con las que te sientas acogida y agradada,.. esas se llaman amigas o amigos”

Mariana quedó conforme y ahora trata de descubrir quiénes son realmente sus nuevas compañeras

lunes, 25 de marzo de 2013

Viaje


Hace mucho tiempo que no escribo y es que han pasado tantas pero tantas cosas.

Lo primero fue un viaje.  Planeamos durante un año, un viaje para los seis. Tuvimos que combinar intereses, expectativas y personalidades para diseñarlo. Durante más de un año no tomamos vacaciones, nos medimos en los gastos y todo tenía sentido por este viaje.

Así fue como pudimos vivir una experiencia tan poderosa como familia, que creo que jamás se nos olvidará y pasarán los años y las anécdotas estarán aquí entre nuestras risas.

No fue sólo un viaje, fue una tarea llena de trabajo en equipo. No íbamos a descansar o solo a divertirnos: íbamos a aprender, a recorrer a mirar desde otra perspectiva que es lo que nos regalan los viajes.

Entonces tuvimos todos que aprender a tener paciencia, a esperarnos en nuestros tiempos, en respetar nuestras diferencias, en emocionarnos con la alegría propia y la del otro. Así fue como nos conocimos en lo más íntimo de cada uno. No podíamos separarnos y debíamos hacer todo juntos y todo el día.

Vimos cómo en nuestra dinámica funcionaban muy bien los pares, siempre los intereses comunes eran para dos o cuatro y los demás acompañaban. Así podíamos cambiar constantemente de pareja para caminar, subirse a un bus, contar un chiste o admirar un paisaje. Somos todos diferentes pero también nos parecemos y lo precioso fue encontrarnos y disfrutarnos en cada momento.

También aprendimos a repartirnos ciertos roles, agradecer la fortaleza del otro para apoyarnos y estar atentos a quien necesitara ayuda. Aprendimos a ser inmensamente flexibles pues todos los planes podían torcerse con una lluvia y también aprendimos a agradecer el momento pues siempre era mágico e importante para cada uno de nosotros.

Volvimos conociéndonos mejor, queriéndonos más y con la complicidad chispeante de todo lo aprendido, de todo lo vivido, pero también con esa sensación de que unidos podemos llegar hasta donde queramos ir y siempre contamos con cada uno de los demás.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Acampar

Este fin de semana fuimos a acampar con los niños.
No es la primera vez, de hecho ya se esta haciendo una preciosa tradición.
Resulta ser una maravillosa experiencia por diversas razones. Los niños tienen un contacto único con la naturaleza y se conectan con sus ciclos, desarrollan habilidades que no conocían, juegan sólo a juegos que crean ellos mismos con los pocos materiales que encuentran y se maravillan de lo que son capaces.

Pero una de las cosas más poderosas es que nosotros acampamos con nuestros amigos de toda la vida y con sus hijos. Los niños se conocen desde chicos y se quieren y cuidan. Lo pasan increíblemente bien. Pero esta vez me di cuenta de algo que no había visto:  Los niños miran por primera vez cómo sus padres se relacionan como amigos.

Nosotros, los padres siempre somos modelos para nuestros hijos,.. cuando comemos, cuando compramos y saludamos a quien nos atiende,  cuando botamos la basura donde corresponde, cuando nos levantamos aunque estemos cansados para cumplir un compromiso. Pero pocas veces los niños pueden vernos relacionarnos con nuestros amigos y menos tan intensamente como son varios días acampando juntos.

Entonces pude ver sus ojos. Los niños, comenzaron a mirarnos en nuestra relación.

Los niños pudieron ver como nos coordinábamos, como nos ayudábamos unos a otros, cómo celebrábamos las cosas geniales que hacia uno y podíamos reírnos todos juntos de la tontera que hacía otro.

El momento más significativo fue cuando se produjo una dificultad: nadie culpó a otro, y todos buscaron la manera de ayudar de forma creativa. Trabajamos en equipo y logramos salir adelante.
Los niños pudieron ver que los adultos son diferentes, pueden tener diferentes habilidades, diferentes maneras de actuar, pero también pudieron ver que cuando somos amigos nos queremos, somos positivos, nos ayudamos y nos cuidamos.
Ver a tus padres contentos, disfrutando, riendo a
carcajadas con los chistes del otro, disfrutando de cocinar juntos, cantando y jugando debe haber sido una escena profundamente educadora de cómo construir y cuidar la amistad, de cómo nos puede hacer felices simplemente el estar juntos y vivir la cotidianeidad.

martes, 21 de agosto de 2012

Magnolio

Mi árbol favorito es el Magnolio. Probablemente porque es de los pocos que florece en medio del Invierno, una estación que me encanta.
Me gusta su forma, sus ciclos pero por sobre todo sus flores que brillan en medio de los días grises. Como convivo a diario con mis hijos, es común que comparta con ellos las cosas que me gustan. Así es como aprendieron desde chicos a reconocer un Magnolio y a jugar a encontrar los más hermosos de la ciudad, en medio de la rutina y los traslados.
Así es como todos los inviernos, debido a que hacemos regularmente los mismos recorridos, “pasamos a ver” a los Magnolios que año a año nos regalan toda su belleza. Incluso elegimos cual es el más lindo de este año o nos lamentamos cuando vemos uno maltratado.
Imaginamos quien es el afortunado que vive en esa casa y se acurruca bajo sus flores. Y también visitamos el Magnolio de mi abuela, que es inmenso, y recogemos sus pétalos en canastas para convertirlos en adornos.
Si bien este post podría tratarse de lo importante y nutritivo que es compartir con los hijos los gustos propios, era de otro asunto que quería hablar: una anécdota.
El otro día estaba con Baltazar, e íbamos rumbo a una clase. Al pasar por una esquina, le señalo un Magnolio que siempre vemos y que estaba maravilloso. Lo hago señalando, sin hablar.
Él se encogió de hombros y me dijo: “no sé qué me muestras,.. ¿Quieres que vea ese Pino que hay ahí? Yo, perpleja, le digo: “No, hijo, … el Magnolio”. Baltazar me responde: “¿Qué es un magnolio?”.  Al ver mi cara pálida se echó a reír y me dijo: “son bromas mamá, precioso el Magnolio”.
Pues bien, no he podido dejar de pensar en esta escena. Es que significa muchas cosas.
Significa que Baltazar me conoce, sabe lo que yo espero de él, sabe lo que es importante para mí y además puede bromear conmigo.
También significa que tenemos todo un camino de contenidos que ha sido trazado sin apuro, pero con mucho significado, donde cada complicidad se transforma en un lazo.

viernes, 20 de julio de 2012

Decisiones

Desde que mis hijos son pequeños, trato de que tomen pequeñas decisiones. Es una aventura un poco intuitiva y un poco racional, debido a que creo que tomar decisiones es una de las cosas más difíciles de hacer.
Como si fuera poco, además de ser difícil, de cada decisión nace un mundo de oportunidades y a veces se cierran otros.
Hay decisiones cotidianas y otras trascendentes pero en todas ellas hay varios componentes involucrados: una evaluación de la situación, una anticipación a las consecuencias derivadas de cada una de las alternativas, la evaluación de los propios sentimientos y deseos que en cada alternativa se ven afectados,.. y también la evaluación de cómo esta decisión puede impactar para bien o para mal a otros.
Tomar una decisión implica manejar no solo variables técnicas y concretas, sino emocionales. Es un trabajo de introspección y de metacognición que permite mirar antecedentes, consecuencias, deseos y al mismo tiempo tratando de ser empáticos con los demás.
Entonces una decisión siempre comprende una dimensión ética que me interesa que mis hijos contemplen y esto no me parece que se pueda aprender de grande. Hay que practicar desde pequeño.
Es así como desde que pueden señalar, les ofrezco a mis hijos la oportunidad de tomar pequeñas decisiones. Por ejemplo cada día pueden elegir su postre, que consiste en una fruta de entre varias. Eso, que parece muy simple, muchas veces no lo es. Hay veces en que queda un solo plátano por ejemplo, y se ven en la encrucijada de si comérselo o dejárselo a otro hermano que lo quiera más. Ellos mismos se plantean esta pregunta y algunas veces deciden ceder y otras deciden conversar para llegar a un arreglo.
Mi sensación es que generalmente las personas no creen que los niños deban tomar decisiones y más bien deben adaptarse a lo que se les entregue. Eso es cierto en muchas cosas como los horarios y las normas por ejemplo, pero siempre hay espacios en que los niños pueden tomar decisiones, espacios que además van creciendo con ellos.